
Observar desde la ventana cómo íbamos avanzando en ese sendero de olas azules que pintaba el mar era una de mis mayores aficiones en el Costa Fortuna. En este barco de vastas dimensiones se podían hacer muchas cosas, pero la esencia la encontré en el movimiento, en la incuestionable compañía del mar en proa y en popa, a babor y a estribor. Todo lo demás me resultaba secundario, un mero acompañamiento a mi primera experiencia en un crucero transatlántico que se dirigía a Brasil y en el que pude completar una ruta realmente interesante como era la de ir de Barcelona a Tenerife deteniéndonos en ciudades como Málaga y Casablanca.
Como ya he dicho en alguna ocasión, no voy a pasar ahora a ser el mayor defensor del viaje tipo crucero, porque por el momento no se ha convertido en mi forma preferida de viajar, pero sí voy a narrar las sensaciones buenas y no tan buenas que me produjo el que para mí fue un placentero experimento en alta mar.
Viajar en crucero durante varios días me ha permitido divagar, descansar y, a su vez, ofrecerme un hálito de sensatez ante una afición que engancha a muchas personas que con orgullo se declaran “cruceristas”, y que a otras no les ha logrado seducir del todo.
No pretendo engañar a nadie. La de probar una experiencia en una de las embarcaciones estrella de Costa Cruceros, el Costa Fortuna, fue una propuesta de la compañía italiana para participar en un Famtrip, que viene a ser un “viaje de familiarización” con un producto, en este caso el crucero, junto a agentes de viajes, periodistas y, por una vez, blogueros viajeros. Mi objetivo era contar paso a paso esta travesía marítima, aunque las redes no fueron precisamente aliadas y no me permitieron conectarme lo que hubiese deseado. Y es que este viaje ha estado provisto de muchos aciertos pero también de algunos traspiés de los que estoy convencido tienen fácil subsanación.
En estos días, a través de la subjetividad de vivir una experiencia, he podido replantearme ciertas objetividades y escribir un artículo que hace un tiempo me hubiese parecido imposible redactar.
LAS VENTAJAS E INCONVENIENTES DE VIAJAR EN UN CRUCERO
Reconozco que mi forma de viajar se aleja bastante de la del modelo crucero con todo (o casi todo) incluído en la que se realizan pírricas paradas en destinos que muchas veces merecen más dedicación. No tengo inconveniente en afirmar que soy demasiado inquieto como para no poder improvisar, decidir por completo una ruta o poner mis límites entre la proa y la popa. Pero no puedo negar que es una opción de viaje capaz de aportar sensaciones nuevas, muy placenteras y tan lícita y respetable como la del que le gusta perderse en la montaña o en los mayores antros de la India.
Lo que me gusta de un crucero
– En este crucero me ha ganado, sobre todo, la posibilidad de desconectarse del mundo, ser dueño del tiempo y no de un maldito reloj. Que las olas del mar sean las únicas vecinas que te acompañen día y noche resulta cuanto menos motivador. El stress se suele quedar en el puerto y a bordo suben las ganas de dedicarse a uno mismo, ni más ni menos. Y eso es algo a lo que todos tenemos derecho.
– A bordo se hacen buenas amistades, no cabe duda. La socialización es vital cuando se pasan tantas horas en un barco y son tantos los lugares que posee una embarcación de este tipo, que compartirlos es una fase más de un viaje en crucero. El Costa Fortuna está provisto de piscinas, jacuzzis, bares, casino, teatro, gimnasio, biblioteca, ludoteca y un largo ectétera que va implícito a esta ciudad flotante con algo más de cuatro mil habitantes si contamos viajeros y tripulación. El que se aburre es porque quiere…
– Paradas breves pero intensas son las que uno dispone en un viaje en crucero de este tipo. Así como debo señalar que parar un solo día en ciudades como Roma o Atenas es una verdadera aberración (por eso no me llaman nada la atención los clásicos cruceros por el Mediterráneo), tengo que decir que en esta ruta las paradas han sido un acierto en elección y en tiempo de dedicación. Málaga y Casablanca, por ejemplo, son lugares que pueden dar mucho de sí en una sola jornada. En ambos casos los participantes de este famtrip pudimos hacer muchas cosas, unos a nuestra manera y otros de forma más organizada. Barcelona, Málaga, Casablanca y Tenerife fueron los pasos previos de un transatlántico que tenía a la ciudad brasileña de Santos como último destino, y de alli salen varios cruceros por el caribe.