
El 2006 es un año mundialista. Todavía se saborea la amargura por lo sucedido en Alemania con la Selección argentina de fútbol. Y ahora todos piensan en lo que se viene: básquet, vóley, hockey.
Pero nadie tiene en cuenta una competencia mundial que, además, tendrá como sede a la Argentina. Se trata del Mundial de Fútbol Sala para Ciegos donde Los Murciélagos -la Selección nacional de no videntes- son grandes candidatos.
El torneo se desarrollará en las instalaciones del CeNARD en la Capital Federal desde el 22 de noviembre al 1 de diciembre con el reconocimiento de la FIFA y el apoyo de la AFA y la Secretaría de Deportes de la Nación.
Como en la mayoría de las disciplinas deportivas, el principal rival es Brasil. Los argentinos son campeones del mundo (se consagraron en 2002 en tierra brasileña), mientras que nuestros «vecinos» son los actuales ganadores paralímpicos.
Los Murcielagos se están entrenando a un ritmo importante de cara a la competencia bajo las órdenes del cuerpo técnico que encabeza Gonzalo Vilariño (anteriormente ayudante del último director técnico, Enrique Bertoni).
El plantel está compuesto por 17 jugadores que están liderados por Silvio Velo, el Batistuta de los «Murciélagos» y estrella del equipo.
Vilariño comentó algunos detalles de los entrenamientos: «En la concentración realizamos una evaluación física con todo el plantel para evaluar el trabajo realizado por los jugadores del interior y la efectividad de nuestro plan sobre los de Buenos Aires, que entrenan con nosotros durante todo el mes. Los resultados fueron muy buenos, notándose una evolución en todo el plantel comparado con el inicio de nuestro ciclo».
Agregó que «luego hicimos prácticas de fútbol con el fin de seguir evaluando jugadores y determinar la táctica más conveniente para nuestro equipo. Se observó un gran nivel futbolístico con un excelente rendimiento de casi todo el plantel».
Además, el técnico también tendrá que tomar la decisión de «cortar» a algunos jugadores. Ese es el caso de los arqueros que actualmente son cinco, pero de los cuales sólo dos llegarán al Mundial.
Ellos saben que las dificultades y los obstáculos aparecen con facilidad, pero se matan en cada pelota como si realmente fuera la última.
No se arengan entre ellos porque el silencio es un elemento clave de sus entrenamientos. Un silencio que no es fácil de alcanzar porque los disparos del Tiro Federal y los aviones que despegan a cada rato conspiran contra ellos.
Pero, por dentro, ellos se ayudan y acompañan mutuamente porque saben que comparten un desafío que les llegó sin elegirlo.
Lo cierto es que su trabajo es algo para valorar con creces, porque no es cosa de todos los días encontrar a gente dispuesta a ayudar al otro. Porque más allá de su labor como entrenador, Vilariño ayuda a estas personas que no ven, pero que sienten amor por la camiseta argentina.